El cautivo Francisco Hermano – Felechares de la Valdería
Romance
Romance sobre cautivos y presos. Audios recopilados en La tradición oral leonesa. Antología sonora del romancero (2019), de David Álvarez Cárcamo.
En la ciudad de Jaén vivía un hombre casado,
con su mujer y dos hijos llamado Francisco Hermano,
a la guerra de Melilla este se fue voluntario,
llevando siempre en su pecho aquel divino retrato,
de la Virgen del Pilar siempre vivió confiado,
que le había de amparar a sus hijos ha dejado,
su mujer muerta de pena porque no sabía nada,
si era muerto su marido, aunque la guerra se acaba,,
hasta que poco tiempo hace que una carta le escribió
contándole sus trabajos más de pena la llenó.
—Esta mi carta te halle en la salud que deseo
y también en compañía de los niños que tenemos,
que a mí me asiste muy poca porque de noche y de día,
estoy como ánima en pena sin saber cuándo es de día.
Bien sabes como en enero hicimos una salida,
en la cual me cautivaron aquella gente maligna,
el moro que me compró a su casa me encamina,
me puso dándome el cargo del gasto de la comida.
Seis meses fui mayordomo cumpliendo como podía
y al cabo de este tiempo me llamó mi amo un día,
me dice: —Francisco Hermano escúchame por tu vida,
bien sabes que yo soy noble y de haciendas muy crecidas
y sobre todo sabrás que tengo pa ti una hija,
hermosa como una rosa y sobre todo entendida
y que muriéndome yo esta es heredera mía.
—Le dije señor Ustafa los cielos no lo permitan,
sus haciendas y doblones sus dineros y su hija,
todo es polvo y arena para lo que yo perdía.
—No le pude decir más porque llegando su hija:
—Padre no es usted Ustafa ni yo tampoco Celina,
seáis esclavo desatento no le hace usted justicia.
—Hace tú de él lo que quieras que no habrá quien te lo impida.
—Me anciaron a una carreta con otro esclavo que había,
nos hacen traer la piedra para un jardín que querían
levantar unas paredes y llegando el mediodía
nos llevaban para casa para darnos la comida,
cocida con agua y sal de cebada una cuartilla,
yo por ser el hambre tanta yo la tomaba y decía:
le daba gracias a Dios Oh corona esclarecida,
anoche para cenar un panecillo nos invian,
de seis onzas ni aún cabales ni aún pa sustentar la vida
y un día que mi amo y cuando a los tres envía,
para que me registrasen y me hallaron de rodillas,
con el rosario en las manos y de esta manera decían:
—De qué te sirve cristiano el rosario de María,
si no te puede librar de las penas tan crecidas.
—Me quitaron el rosario y lo hicieron mil pedazos
y por el suelo lo tiran
y yo arrojándome a ellos le quité una cuchilla,
de los tres maté a los dos y el que se fue con la vida
fue dando gritos a Alá modesta manera decía [de esta manera decía]:
—A Chanales y a Chandales quitó el cristiano la vida.
—Acuden como leones y por el suelo me tiran
y me dieron tantos golpes que no puedo, esposa mía,
numerarlos porque yo estuve muerto dos días
y luego que volví en sí la sentencia me leían,
que había de morir quemado y ya la hoguera encendida.
En sus plazas me sacaron en congojas y en fatigas,
todos quedaron pasmados al ver que no me encendía,
todos llenos de soberbia para casa me volvían,
me encerraron en un cuarto que no sé cuándo es de día,
para escribirte esta carta un cristiano me traía
tintero, papel y pluma y te encargo esposa mía,
que un entero novenario a Santo Domingo harías.
Su mujer cogió la carta y a un vecino que tenía,
mandó que se la leyese y al oír tantas fatigas:
—Hijos ya no tenéis padre. En altos gritos decía.
—Hijos ya no tenéis padre hacedme a mí compañía,
mientras pase los trabajos en esta mísera vida.
Sotro día a la mañana el centinela decía,
que dentro del barco va que dentro del barco había,
un hombre que no conoce ni saben dónde venía,
con un letrero en la frente que leyeron y decía:
—Este es Francisco Hermano creyó en la Virgen María,
esta noche lo saqué del centro de morería,
si lo lleváis a su tierra será vuestro amparo y día [guía].
Luego hicieron la jornada y a su casa lo encaminan,
Francisco cogía a los niños los besaba y los quería,
Francisco dice a los niños:
—Niños, dónde está tu madre. Y los niños le decían:
—Tío mi madre hoy está n’un novenario que hicimos
por el triste de mi padre que en congojas y en fatigas,
lo cautivaron los moros y hoy es el último día.
Francisco cogía a los niños los besaba y los quería,
mientras que vino su esposa de la oración ofrecida,
el gusto que recibieron ya no hay pluma que lo escriba.