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La esposa de don García – Espinareda de Ancares

Romance

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Categorías
Tradición oral
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Subcategorías
Romances
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Descripción

Romance sobre cautivos y presos. Audios recopilados en La tradición oral leonesa. Antología sonora del romancero (2019), de David Álvarez Cárcamo.

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Transcripción

Estando Catalinita       en la reguera de Hungría,
estaba cogiendo flores       para la Virgen María,
pasan por allí los moros       y la llevaron cautiva,
cuando se enteró su esposo       que es el conde don García,
se marchara en busca de ella       camino de la morería,
el cogiera su caballo       y marchara a toda prisa,
no corría que volaba       por donde señas tenía.
Se fue a casa de su madre       y allí mismo le decía:
—Dígamelo usted mi madre       dígamelo madre mía,
si vio por aquí pasar       a mi esposa Catalina.
—Por aquí pasó, hijo mío,       tres horas antes del día,
pandero de oro en sus manos       y muy bien que lo tañía,
el cantar que ella cantaba       muera el conde don García,
que le robaron la niña       de la reguera de Hungría.
El conde no hizo caso       y le pareció mentira
y pensó para sus adentros:       —Mi esposa eso no lo hacía,
voy a casa de mi suegra
que me cuente la verdad       y me niegue la mentira.
Dígamelo usted mi suegra       dígamelo suegra mía,
si vio por aquí pasar       a mi esposa Catalina.
—Por aquí pasó mi yerno       tres horas antes del día,
pandero de oro en sus manos       de pesar no lo tañía,
el cantar que ella cantaba       viva el conde don García,
que le robaron la niña       de la reguera de Hungría.
Él montara en su caballo       y aún corría más deprisa
y cogiera su escopeta       como aquel de caza iba,
cuando la vio con los moros       al pie de una fuente fría,
lleno de gozo y contento       de esta manera decía:
—Grandes bolas queda armando       ese conde don García,
que le robaron la niña       de la reguera de Hungría.
—Llévela usted caballero       llévela usted por su vida.
—Yo llevarla no por cierto       por cuanto en el mundo había,
si la niña va preñada       pobre de mí qué sería.
—Que jure ella por su alma       que o’juraré por la mía,
si nadie le puso mano       desde reguera de Hungría.
La pusiera en el caballo       más contento ir no podía.
—Quedaivos co´l diablo moros       vos y a vosa morería,
más vos la saqué con mañas       que con fuerzas que traía.