La gallarda matadora – Valdesamario

Estando la Gallardina       en su ventana florida,
peinando su rubio pelo       que de oro parecía,
vio pasar a un caballero       calle abajo, calle arriba:
—Suba, suba caballero       suba, suba para arriba.
Al subir a en la escalera       el caballero bien mira,
donde había siete cabezas       colgaditas de una viga:
—¿De quién son esas cabezas?       ¡Dímelo, Gallarda mía!—
—Son de mis padres y hermanos       de mis abuelas y tías.
Se puso a hacer la cena       y se sienta en una silla:
—Cene, cene caballero       no me tenga cobardía.
Se puso a hacer la cama       y el caballero bien mira,
que entre sábana y colchón       un puñal de oro escondía.
A eso de la media noche       Gallardina revolvía.
—¿De qué revuelves, Gallarda?       ¡Dímelo, Gallarda mía!—
—Busco mi anillo de oro       que hace poco lo traía.
—Tú no buscas el anillo       yo sé bien lo que tú buscas,
buscas tu puñal de oro       para quitarme la vida.
Si tú sacas el puñal       yo saco la carabina.
De tres tiros que le dio       cae al suelo Gallardina.
—Abre las puertas, portero,       portero de portería.
—Estas puertas no se abren       hasta que no venga el día,
porque vendrá la Gallarda       y nos quitará la vida.
—A Gallarda no la temas       que Gallarda no está viva.
—Muchas gracias, caballero,       por su grande valentía,
que de ocho hombres que entraron       solo uno salió con vida.