Los soldados forzadores – Felechares de la Valdería

En lo alto de Aragón       hay una capitanía,
más de doscientos soldados       era la flor de Castilla.
Por la calle se pasea       una madre con dos hijas,
dice el teniente al alférez:       —¿Cuál de las dos es más linda?
—La de lo verde encarnado       la de la faja ceñida,
la he de gozar esta noche,       aunque me cueste la vida.
Se deja la calle abajo,       se coge la calle arriba,
fuera a picar a la puerta       salió su madre querida.
—No pregunto por usted       que pregunto por su hija.
—Mi hija no está en casa       que está en casa de su tía.
Se coge la calle abajo       se deja la calle arriba,
fuera a picar a la puerta       salió su tía querida.
—No pregunto por usted       pregunto por su sobrina,
para llevarla a una fiesta       era la función que había.
—Déjenme usted caballero       poner mi blanca ropita,
dónde quiera que me lleven       que vaya aseada y limpia.
Siete leguas la sacaron       para fuera de la villa
y allí la gozaron todos       Jesús, era una desdicha.
Unos dicen que matarla       para que no quede viva,
otros dicen que dejarla:       —¡Es tan hermosa la niña!—
Coge el teniente la espada       y la cabeza le quita
y la envuelve en un pañuelo       y a su madre se la envía.
—Tenga usted, buena señora,       la honra de la su hija.
La madre al ver aquello       al suelo cayó tendida.
—No llore usted, mi madre,       no llore madre querida,
que su hija está en el cielo       al pie la Virgen María,
el alma de estos caballeros       ardiendo está en llamas vivas.